lunes, 13 de enero de 2014

¿Enséñame? No, apruébame

Justo antes de entrar por esa puerta, ya se desprendía desde fuera cierto aire de mediocridad en aquel aula de 2° de Bachillerato. Sin pensarlo dos veces, me apresuré a abrirla, e inmediatamente después toda la clase fijó su mirada en mí, cual depredador. Acto seguido, busqué algún sitio vacío y me senté al lado de un chaval que aparentemente parecía heavy.
Como el profesor aún no había llegado, toda la manada, y digo manada porque su comportamiento no era tal que el de un grupo salvaje de animales, se dispuso a hacerme un cuestionario que mucho distaba de uno con un mínimo de interés en conocerme de verdad. Reconozco estaba nervioso, al fin y al cabo era mi primer día en un centro distinto del anterior.
La primera pregunta fue mi nombre; la segunda, mi nota media, como si de ello dependiera mi aceptación en esa sociedad, que reflejaba a la perfección la actual. Justamente después de contestar a todo lo que preguntaban, el profesor abrió la puerta y todos se colocaron en su sitio.
Durante el transcurso de la clase, mi compañero de pupitre y yo empezamos a conocernos, pero de una manera menos superficial que la de aquellos macacos. Ahora entendía porque estaba sólo y sin compañero: era el diferente. Sin embargo era un chico muy interesante, le gustaba la buena música, leía novelas atipicas para su edad, le encantaba la historia y amaba la filosofía. Era como yo, y sentía que me entendía de verdad. 
A lo último, me fue explicando la jerarquía social de la clase y las notas de los mismos -curiosamente la suya era mediocre- como si esta sociedad nos hubiera enseñado a valorar a las personas por sus calificaciones, pero parecía hacer énfasis en aquello por algo.
Me resultó curioso el caso del chaval con la nota más alta de la clase, pues no lo parecía. Cuando sonó el timbre, me acerqué a él y mostré el interés que se le pone a alguien cuando crees que es interesante: caso error. No le gustaba el arte, no escuchaba música decente, no leía libros más allá de los obligatorios, no tenía interés en la filosofía o en la politica, ni incluso en los problemas sociales. Tampoco pareciera que pensase o reflexionase demasiado sobre cosas de la vida, solo le interesaba una cosa: el fútbol.

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